Elige vivir libre, no vale la pena vivir con temor.

«Mi experiencia sobre el atentado en Paris del 18-11-15»

Como algunos ya sabéis, estaba en París el pasado viernes 18 de noviembre de 2015, a solo 9 minutos de uno de los focos del atentado que conmocionó al mundo. Yo podía haber estado perfectamente en uno de esos restaurantes del barrio 10, pero la fortuna, el destino, la casualidad o el universo en su gran generosidad y compasión, quiso que yo no estuviera allí en ese momento. A los pocos días, viaje también a Bruselas, llegué en plena alerta máxima 4, que al final de mi estadía bajaron a 3, y durante mi estancia, visité también el barrio Molenbeek, donde presuntamente se gestó el atentado.

Supongo que como a todos, estos acontecimientos nos hacen pensar, y a veces, si hay suerte, podemos aprender un poco de lo ocurrido. Quisiera compartiros mis reflexiones al respecto, por si a alguno le sirve. Es verdad que es difícil aprender en cabeza ajena, pero nunca se sabe si las reflexiones de unos pueden ayudar a otros, por si acaso, las comparto.

Decidí seguir mi vida normal.

Me enteré del atentado a través de mis amigos, colegas y familia, que desde España me preguntaban cómo estaba. Algunos me dijeron que tuviera cuidado, que no saliera del hotel, que el presidente había pedido a los ciudadanos que no salieran de sus casas. Confirmé en Internet esas declaraciones, y mi primera incógnita era, “¿deberíamos trabajar mañana sábado?”. Me costó decidirme, obviamente no solo pensaba en mí, pensaba también en mis colegas de trabajo que tendrían que acercarse al centro de la ciudad. Ese día me acosté a las 3:00 am meditando el tema, y me fui a dormir tras decidir que lo mejor era continuar con la vida normal. Al final del día del sábado realmente me alegré de haberlo decidido así y me di cuenta de que era lo más positivo. Más tarde, cuando iba a viajar a Bruselas, hubo también gente muy bien intencionada, entre ellos mi madre (ya se sabe que las madres se preocupan mucho por sus hijos), sugiriéndome retrasar mi viaje. Decidí, esta vez mucho más fácilmente, viajar, y seguir mi vida normal. Volví a alegrarme de haberlo hecho. ¿Me hubiese alegrado igualmente si algo me hubiese pasado?. Realmente nunca lo sabré, simplemente porque eso no ha pasado, y es francamente un derroche de tiempo elucubrar demasiado sobre cosas hipotéticas que nunca han sucedido. No obstante, confío que al final de mis reflexiones saques tus propias conclusiones al respecto. Yo ya saqué las mías.

“¿Qué irá a pasar en París que no conseguimos despegar?”.

En primer lugar, os cuento algunas anécdotas durante esos días. El jueves 17 de noviembre cuando iba a volar a París tuve uno de los viajes más accidentados que he tenido hasta ahora. Primero, a la chica delante de mí en la fila para embarcar, no la dejaron pasar porque se identificaba con carnet de conducir en vez de con DNI o pasaporte. Más tarde, dentro del avión, no podíamos despegar. Al parecer había mal tiempo en París. Tras una hora de espera, cuando se supone que por fin íbamos a salir, se estropea el avión y nos quedamos atrapados más de tres horas dentro. Antes de finalmente despegar dieron oportunidad a la gente de bajar del avión y muchos decidieron no volar ese día, entre ellos, mi compañera de asiento. Me dio por pensar en ese momento “¿qué irá a pasar en París que no conseguimos despegar?”. Obviamente decidí volar y más tarde me pregunté si quizás alguno de los que se quedaron en tierra salvó su vida. Muy probablemente nunca lo sabré. Lo que está claro es que si no toca no toca, y si realmente va a tocar, da igual lo que hagas, que tocará..

Me pregunté qué criterio habrán utilizado para que ellas no pudiesen viajar.

Al volver a Madrid todo transcurrió normal salvo las intensas medidas de seguridad. El ejército estaba paseándose libremente en el aeropuerto de Orly, tuvimos obviamente que llegar tres horas antes en vez de los usuales noventa minutos previos, para pasar los nuevos controles, en concreto, la verificación del documento de identidad por parte de la policía de aduanas, cuando entre España y Francia desde hace muchos años hay libre circulación de personas, y basta la verificación de la identidad por parte de la aerolínea de viajes. Más tarde, antes de despegar nos informaron que nos retrasábamos porque había que sacar el equipaje de once personas que seguramente no habrían pasado el control policial. Sorprendente. Me pregunté qué criterio habrán utilizado para que ellas no pudiesen viajar, ¿quizás su nacionalidad?, ¿quizás su lugar de nacimiento?. Sinceramente, dudo mucho que esos once individuos fueran terroristas. Eso solo en un vuelo, me pregunto a cuánta gente habrán impedido viajar durante esos días.

En realidad son muchas las víctimas de lo que ha sucedido.

Al llegar a Bruselas, como era de esperar, el ejército estaba por todas partes, no solo en el aeropuerto, sino también en cada rincón del centro de la ciudad. Había grandes tanques en el núcleo urbano, como si estuviésemos en una zona de guerra. Increíble. La estación de tren del aeródromo estaba desértica, puede que en ese momento hubiese más militares que civiles. En el vagón en el que viajaba estábamos únicamente cuatro personas incluida yo. Menos mal que por lo menos había transporte público, pues los días anteriores ni siquiera eso. En los centros comerciales y otras zonas, controlaban a las personas que entraban, con detectores de metales. Es curioso, era selectivo el control, a mí nunca me inspeccionaron, sin embargo, vi como registraban a una mujer que parecía árabe por sus rasgos y cómo pasaban el detector a unos sí y a otros no. Me entristeció. ¿Qué pasa?, si tienes cara de europeo pasas, si no verifico. Fue entonces cuando vi con mayor claridad que en realidad son muchas las víctimas de lo que ha sucedido.

Los medios de comunicación nos han verdaderamente bombardeado.

Pero, ¿quiénes son las víctimas de lo sucedido?. Probablemente todos. Se respira el miedo en el ambiente. Están asustados “unos” y “otros”. Gracias a Dios hay mucha gente que ha elegido confiar, pero hay una gran cantidad de personas que están viviendo con pavor los acontecimientos de las últimas semanas. Recuerdo que, al volver de París, fui a visitar a mi madre, y me dijo, “tengo miedo, ¿crees que habrá una tercera guerra mundial?”. Ella ha seguido las noticias muy de cerca, y los medios de comunicación nos han verdaderamente bombardeado, ha sido “monotema”, se han centrado en difundir y amplificar lo negativo. Normal que mi progenitora estuviese asustada. En realidad, hay mucha gente que muere en el mundo de la que nadie se ocupa de decir ni una sola frase. Las muertes en el “primer mundo” parece que son más importantes que las muertes en el “tercer mundo”. Lo que está claro, es que hay realmente un “machaque” continuo sobre el tema del terrorismo que está sembrando de angustia la vida de mucha gente y creando separaciones entre unos y otros, divisiones y temores que, en lugar de ayudar, dificultan más la situación. Hay quienes siguen los acontecimientos con un interés genuino y otros que encuentran morboso el tema, como si se tratase de una telenovela, sin caer en la cuenta de que hay personas reales detrás de todas esas imágenes.

En lugar de ayudar a fraternizar unos con otros nos llevan a mirarnos con desconfianza y recelo recíproco.

Y yo me pregunto, ¿valen verdaderamente la pena todos los controles que se están haciendo?. ¿Realmente podemos evitar que nada nos pase?. En favor de la seguridad, estamos permitiendo voluntariamente estar cada vez más inspeccionados, con medidas que en realidad no nos garantizan nada al cien por cien. ¿A quién le beneficia esa vigilancia en ocasiones extrema?. ¿A nosotros?. ¿Realmente todo eso nos va a mantener a salvo?. ¿Y qué hay de quienes incluso cambian sus hábitos, sus planes y su vida para mantenerse ileso?. ¿Qué pasa con toda esa gente que es injustamente señalada con el dedo?. ¿No nos damos cuenta que estamos generando desunión?. En lugar de ayudar a fraternizar unos con otros nos llevan a mirarnos con desconfianza y recelo recíproco. ¿Cuántas personas y situaciones potencialmente valiosas nos estamos perdiendo en el camino?.

No hay ninguna receta que te libere de todos los peligros.

En mi opinión no hay ninguna receta que te libere de todos los peligros. Nada, absolutamente nada. ¿Cómo sabes que mañana despertaras?. ¿Realmente crees que eres dueño de tu vida?. ¿Crees qué te vas a escapar de la muerte?. En el fondo todos sabemos que ese día llegará, ¿y qué vas a hacer mientras tanto?, ¿protegerte continuamente?, ¿meterte en una jaula de oro que asfixia y que en el fondo sabes que no te garantiza la vida al cien por cien?. ¿Quién te ha dado la vida?. ¿Crees que ha sido Dios?. ¿O crees que eres un dios capaz de controlar tu destino?. Cuánta arrogancia, cuánta insensatez, cuánto tiempo desperdiciado. La vida es eso que pasa mientras intentas esconderte. ¿Realmente habrá merecido la pena tu existencia si mientras tanto has vivido presa del pánico, condicionando cada uno de tus pasos por “si acaso pasa eso que tanto temes”?.

La vida es eso que pasa mientras intentas esconderte.

Es verdad que todos tenemos temores, como también lo es que podemos vivir de otra manera. Una vez una persona que conozco y que padece ansiedad crónica, cuando le pregunté “¿qué es lo que más desearías en la vida?”. Simplemente me respondió “estar tranquila”. No pedía riquezas, ni amor, ni salud, ni siquiera felicidad, pedía “estar tranquila”. “¡Qué valioso es el sosiego!”. Sólo quién la ha perdido conoce su valor, como todo lo que se pierde, es entonces cuando te das cuenta de lo valioso que es.

La verdadera confianza nace de una fuente interna que no depende de ningún control externo que pueda imponer ningún gobierno.

¿Creemos que esa serenidad depende de tener garantías al cien por cien?. En realidad, la seguridad es una ilusión. Nadie puede estar seguro de nada o de casi nada. Generalmente no somos conscientes de la impermanencia de las cosas. Nada dura para siempre. ¿Cómo puedes ganar tu calma profunda?. Seguramente es un trabajo interior que puede durar toda la vida. Lo que está claro es que la verdadera confianza nace de una fuente interna que no depende de ningún control externo que pueda imponer ningún gobierno. La auténtica paz nace de la mismísima fuente del AMOR, de aquella que nos dio la vida.

Prefiero vivir intensamente lo que me trae la vida cada día mientras tenga la suerte de permanecer aquí.

Personalmente, prefiero vivir intensamente lo que me trae la vida cada día mientras tenga la suerte de permanecer aquí. Prefiero emplear mi energía en encontrar y experienciar el verdadero sentido de mi existencia, que llegar al final dándome cuenta de que he malgastado el tiempo en cosas banales, intentando buscar una seguridad que nada exterior podrá darme al cien por cien. Y esto último sí que es una decisión personal, que nadie, salvo tú, puedes tomar.

Velar por nosotros es una verdadera responsabilidad.

Con todo esto no quiero decir que debamos tomar decisiones temerarias que pongan en riesgo nuestra vida, pero es importante darnos cuenta en dónde está el límite, hasta dónde vale la pena protegernos, a qué renunciamos en pro de ello, y si hay formas más reales de verdaderamente cuidar nuestra integridad. El cómo nos cuidamos es importante. En realidad, hay miles de actitudes, hábitos, en nuestro estilo de vida, que realmente nos ponen en una situación de riesgo y que sin embargo justificamos y persistimos en hacer de modo negligente sin respeto a nosotros mismos, sin darnos cuenta de que en realidad velar por nosotros es una verdadera responsabilidad.

En estado de pánico nunca tomaremos las mejores decisiones.

Y volvemos al principio. ¿Qué pensaría ahora si en vez de haber ido todo bien algo me hubiese pasado?. No lo sé. Realmente no lo sé. Pero hay algo que sí sé ahora y es que en estado de pánico nunca tomaremos las mejores decisiones. Que el temor exacerbado es sinónimo de entregar nuestro poder de solución a quién nos intenta amedrentar y tomar nuestra fuerza de cambio a través de la violencia. Que es preciso que evitemos que más gente inocente se convierta en víctima de estas situaciones cuya resolución radica en la recíproca apertura de corazón entre unos y otros. Que el terror es un mal consejero y que es mejor esperar un poco, antes de tomar decisiones en un estado en el que uno está tan afectado por los sentimientos que no puede ver con claridad lo que realmente conviene. El Che Guevara decía en un contexto y una situación muy diferente “prefiero morir de pie que vivir arrodillado”. Yo digo

“Prefiero vivir LIBRE asumiendo el riesgo inherente del existir que vivir asfixiado por miedos y controles en pro de una seguridad que nunca conseguiré al cien por cien aunque me proteja en una jaula de oro”.

 

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Quién soy yo en realidad

5 Comentarios. Dejar nuevo

  • Hola Pilar, soy Elena Llorente, me ha emocionado mucho tu artículo. Tienes razón en que hay que vivir la vida sin miedo, porque es el mejor regalo que tenemos. Un abrazo❤️

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  • Vive, ama, se feliz y deja que la libertad venga a ti .

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    • Hola Mario, no cabe duda que amar desde lo profundo de nuestro corazón, abre las puertas de la felicidad y de la libertad. En realidad el AMOR en mayúsculas se parece mucho a la LIBERTAD en mayúsculas. Lo interesante es descubrir esa conexión. Muchas gracias por tu comentario.

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  • Acabo de leer este artículo, curiosamente, donde declaras preferir vivir LIBRE, cuando, supongo, estarás confinada por la seguridad tuya y de otros. Paradoja de la vida.
    Al final nuestra libertad está en nuestra mente, en nuestra libertad de pensamiento y no de movimiento. Me apunto a tu elección de vivir LIBRE.

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    • Así es Julio, la libertad es algo interno. Aquel año en París, fui libre para decidir que viajaba luego a Bruselas a pesar de la alarma, porque consideré que era lo mejor. Libre, sin dejarme contaminar de los prejuicios, etiquetas y miedos en torno al atentado terrorista. Y esta vez, con el coronavirus, fui libre para decidir confinarme antes incluso de que fuese prescrito legalmente porque también creí que era lo mejor. En ambos casos pude hacer conforme a mi elección, aunque una implicaba salir y otra lo contrario. Claro que hay una libertad que tu describes que va más allá de poder hacer lo que quieres y eliges en convicción. Puede haber libertad incluso cuando externamente no nos permiten hacer lo que quisiéramos. Es el caso del místico San Juan de La Cruz que fue libre en la cárcel, en donde experimentó un gran despertar. Nelson Mandela, José Mujica, son también claros ejemplos de libertad a pesar de haber sido encarcelados. La LIBERTAD está al alcance de TODOS, aunque no todos estamos dispuestos a vivirla. Es una elección profunda y valiente que va de la mano del AMOR. Muchas gracias por compartir.

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