Es curioso que en la tradición cristiana se dice que la verdad nos hará libre, pero en realidad nadie sabe exactamente ni si eso es realmente así, ni cómo funciona. Tal pareciese que la realidad es algo distinto de la verdad y que la verdad es algo que ni te da ni te quita, como si fuese un ideal inalcanzable, que se queda reducido a la parcialidad de verdades subjetivas y limitadas que cada uno es capaz de percibir en donde está pero que están lejos de la verdad auténtica.

La verdad que podemos ver es limitada, y aún y con esas, a menudo la negamos.

Pues bien, la verdad auténtica existe, pero no la percibimos. Nos creemos todos dueños de una verdad, que en realidad es muy limitada, que es lo que podemos ver en el momento particular en el que estamos, y que está cubierto de una gran dosis de irrealidad. A esa verdad que todos defendemos, y a veces hasta nos aferramos, es la verdad limitada que cada uno ve, pero que a menudo, por paradójico que parezca, ha decidido a la vez negar, ya que, si bien no podemos ser sabedores de la verdad suprema, hay una parcela de realidad a la que sí tenemos acceso pero que obviamos con facilidad.

La verdad sobre uno mismo es difícil que sea vista completamente por el otro, especialmente si no ha compartido mucho contigo, ni ha empatizado.

Si quieres encontrar la verdad sobre ti mismo, es necesario que abras la mente. Si quieres que los otros te digan la verdad que desde fuera ven, no solo se equivocaran en cierto grado, sino que no podrán del todo empatizar y comprender el motivo de tu verdad. La realidad es que nadie entiende a la perfección la verdad del otro, salvo que éste haya llegado a ella y la quiera compartir.

Para ver tu verdad es necesario comprender tus mecanismos autómatas que, te hacen reaccionar de cierta manera en determinadas situaciones y a renunciar a saber más sobre ti.

La verdad en cada uno, sin embargo, no es fácil de encontrar, ya que mecanismos diversos nos alejan de ella. A menudo pensamos que son los otros los que ven, pero tampoco es así. El otro percibe cosas que no comprende globalmente. Si quieres saber tu verdad has de entender primero tus mecanismos, los que hacen que te alejes de ella. Una vez comprendidos, tienes que hacer renuncias, y una vez conseguido podrás llegar a saber quién eres en realidad y ver la luz que hay en ti.

De niños nos han inoculado supuestas verdades sobre nosotros mismos que a veces están muy lejos de ser reales pero que hemos convertido en nuestra verdad falsa sobre quiénes somos.

La mayoría de las personas piensan que su verdad es una que alguien dijo sobre ellos un día. Quizás de pequeño te dijeron que eras simpático o inteligente, o al revés, que eras aburrido o tonto. Te lo creíste. Y asumiste que tu verdad es esa. Lo mismo habrías hecho si te hubiesen dado a entender que eres bueno o malo. Creerás que lo eres incluso siendo una persona que se comporta extraordinariamente mal o bien. Las supuestas verdades que los otros colocan en uno no son la verdad, son casi siempre parte de su propia verdad, no de la tuya.

Si desde fuera, varios coinciden en ver algo en ti, puede ser que sea solo que estás imitando el patrón que te inocularon de pequeño sobre cómo eras, o que realmente han dado con uno de tus mecanismos.

Claro que si varios coinciden en ver algo en ti que dicen que se repite, puede ser. Uno, que hayas terminado comportándote según ese patrón inoculado por el resto sobre ti, especialmente en la niñez, y que no tengas ni idea de que puedes ser muchas cosas a la vez y no solo una. Dos, que realmente hayan dado con un mecanismo tuyo. Lo curioso es que son los más cercanos los que mayor dificultad tienen en ver tus mecanismos, ya que los más próximos se mueven generalmente por ideas preconcebidas generados en la propia estructura familiar o grupal de la que formas parte, pero que están lejos de dar con la verdad.

Si ves ya con claridad a otro, no le digas su verdad o podría alejarse de ti. Arriesgarse a decir cosas requiere que uses técnicas muy variadas que no son fáciles de utilizar y conocerte primero más a ti mismo.

Si das con la verdad de otro, no puedes decírsela, porque podrías hacerle daño y se alejará automáticamente de ti. Si das con la verdad del otro, has de mostrársela sin decirla. Ese es un juego al que nadie se arriesga, porque a veces hay que hacer de espejo, interpolar, y muchas otras técnicas, que ni conocemos, ni sabemos cómo emplear correctamente, salvo que lleves 20 años practicándolas y tengas un autoconocimiento tuyo y de los otros muy grande. La mayoría de las veces, hemos de conformarnos con decir un poco y callar, con reflejar un poco y callar, y así cada uno va viéndose en pequeñas dosis, porque de golpe podrías fulminar tu amistad o lo que sea que haya con esa persona.

Conocer a tus padres o que estos te conozcan a ti, es lo más difícil que hay. La cercanía en lugar de ayudar, a veces dificulta ver en perspectiva, y podemos meter lo propio en el otro, o quedar condicionado por roles y prejuicios sobre el otro.

Ni las madres o padres conocen a sus hijos, ni los hijos conocen a sus padres. A mi me llevo 50 años conocer a mi madre, y puedo decir que la conozco mejor de lo que ella se conoce, pero no se lo digo, ni a ella, ni a nadie. Comprendo lo que sucede. A veces lo hablo y otras callo, depende. Es muy complicado conocer a alguien tan cercano, porque en realidad nos conducimos con ellos a través de roles y prejuicios sobre ellos. No sabemos mucho cómo para poder comprender profundamente. Solo una mente abierta puede salir de la trampa ciega de ver y no ver a la vez. Es curioso, porque esa cercanía podría darte muchas herramientas para ver mejor, y precisamente es la causa de que no veamos tan bien, ya que nosotros estamos demasiado inmersos e involucrados en la relación para ver.

Para conocer al otro hay que no solo pasar tiempo con esa persona sino verla en situaciones muy dispares unas de otras, cambiando roles y situaciones.

Sé que pocas personas me conocen en realidad. Yo no cuento mis adentros más profundos. Los callo. Igual que todos callamos muchas cosas que pensamos y sentimos. Si todos escucháramos con el cuerpo, podríamos percibir una gran variedad de sentimientos y desde allí inducir cosas del otro, pero la mayoría de la gente no percibe eso del otro y a veces ni de sí mismo, así que, para conocer a alguien, no solo debes pasar tiempo con esa persona y saber escuchar, sino además enfrentar verdades distintas, para ver qué sucede.

Para ver a otro, ofrécele situaciones diversas para que se vea mejor. Nunca le escupas la verdad en la cara y menos si no lo amas.

Si quieres imponer tu verdad, jamás llegarás a ningún sitio. Si lo que quieres es ayudar al otro a ver su verdad, no debes escupírsela a la cara, debes callarla, y decir y hacer cosas que la muestren, para que se vaya viendo. Lo que quiero decir es que son las diferentes situaciones cotidianas, y las reacciones que tenemos frente a ellas las que nos van dando las claves de los mecanismos internos de cada uno. Y aún con esas, es difícil ver qué hay más allá de lo que se entrevé.

Si quieres verte y a la vez ver, prioriza lo primero, y deja que el otro pregunte, y di lo que veas sin más.

Si quieres ayudar a alguien a verse, lo mejor es decirle las cosas que ves si te pregunta. Si abre su mente para considerarlo, quizás haya una posibilidad de llegar más profundo. Si no, déjalo estar. Lo que debes hacer, ante todo, es primero descubrir tus propias maneras de actuar de pensar, de sentir, y por eso la meditación, el mindfulness, son herramientas tan interesantes si las practicas, porque comienzas a ser consciente de lo que sientes, piensas y haces en cada momento.

La verdad es difícil de ver, y cuando llega la claridad a menudo nuestros mecanismos autómatas de nuestra personalidad nos invitan a negarlo todo y cubrir un tupido velo. Allí, la culpa será toda del otro, o al revés toda mía, sin discernir las responsabilidades de cada parte.

No obstante, nuestros mecanismos hacen que neguemos la realidad. Nos inventamos, sí, literalmente nos inventamos cosas sobre nosotros y los demás, para no llegar a eso que hemos captado. Cubrimos un tupido velo sobre la verdad y hacemos que los otros carguen con él, porque a partir de allí, la culpa siempre será del otro, y no seré capaz de verme, hasta que, con honestidad hacia mi mismo, sea capaz de decirme con amor que eso que hago tiene una explicación en donde puedo llegar escarbando en psicoterapia. También puede ser que tu ego sea inferior, y que te sientas incapaz de ver qué responsabilidad tiene el otro y cargues tú probablemente en silencio las culpas de todos.

Es preciso unir un trabajo psicoterapéutico y de meditación para llegar a verdades auténticas, que a menudo no queremos tocar porque detrás se esconden semillas que nos duelen y no queremos ver.

Por eso en el camino de autodesarrollo, la psicoterapia y la meditación deben ir siempre de la mano, solo así podrás verte mejor. Con tu propio darte cuenta de lo que sientes, dices, haces, y por supuesto con lo que escarbarás sobre ello en psicoterapia para desenmarañar en lo profundo. Lo que pasa es que detrás de los mecanismos que tenemos hay semillas de dolor, y esas no las queremos tocar porque duelen, y es allí la clave de porque la gente no llega a su verdad, porque las semillas auténticas de sus patrones de reacción y comportamiento general son unas que se sembraron en un origen que no es fácil llegar.

La semilla del dolor puede ser arrastrada de otras vidas, pero no te preocupes si crees en ellas o no. Mira solo cómo esa semilla se engendró en esta vida o podrás confundirte mucho.

El origen de muchas semillas de dolor se puede venir arrastrando vida tras vida, y si no tenemos a alguien que nos ame lo suficiente para que nos ayude a vernos, es posible que muramos arrastrando la misma semilla una y otra vez, vida tras vida, con el cansancio que supone repetir la misma historia, sin salir de ella. Para salir de esa semilla solo hay que descubrirla en cómo funciona en esta vida. Ya sé que quizás no creas en la reencarnación. No te preocupes. Busca la semilla en esta vida, en realidad no se busca jamás en las anteriores o terminarás muy confundido y con un lío monumental. Busca en esta vida y ya está.

Si quien no ve es un buscador, debes tener cuidado. No ve porque tiene un mecanismo de defensa que le protege de ver algo para lo que aún no está preparado. No se te ocurra derribar dicha defensa o podrás dañarle brutalmente. Déjale que con el tiempo si es buscador verá. Estate cerca para amarlo.

La gente que busca y busca y no encuentra es porque no quiere admitir de sí misma su propia verdad, aunque la vida la empuje a verla. Así que con esas personas lo que hay que hacer es dejar que ellas solas se encuentren, sin decirles nada. Jamás admitirán en ellas lo que incluso todo mundo a veces ve. Déjalas, su mecanismo de defensa debe permanecer en pie, porque si lo derribas la puedes dañar brutalmente. Déjala con su pequeña verdad limitante y un día la vida o varias vidas le dirán la verdad.

Las personas que buscan y encuentran, pueden ser ayudadas a ver más, pero siempre amándolas mucho y después de haber hecho tu propio camino de autoconocimiento.

Las personas que sí admiten cosas, debes empujarlas a que vayan profundizando, pero ojo, debes amarlas muchísimo, no solo es empujar a ver, es amar mientras lo haces, y ese es el juego que ningún psicólogo novato hace. Quiere contarte así, de golpe, lo que ve, pero no te está amando, y te hará daño. Y si es un psicólogo que no ha hecho su propio camino quedará enredado con su propio ego, sin ver qué parte de esa verdad tenía que ver con él mismo, o ella misma.

No digas nunca una verdad si no estás dispuesto a amar a la persona y aceptarla al 100% con su semilla de dolor.

Lo interesante al desgranar la verdad es amar mientras lo haces, solo así la persona podrá sanar la semilla del dolor, y solo así podrás ayudarla a salir de donde está. Si no la amas, el dolor puede dañar a la persona y quedar atrapada en la semilla. Por eso, no le cuentes a nadie sus cosas salvo que la ames mucho y estés dispuesto a aceptar al 100% su semilla de dolor. Si no vas a amar después de reflejar la verdad, es mejor que no digas nada y que calles, puede que eso que piensas ni siquiera sea acertado, deja que la propia persona llegue a su verdad ella misma.

Si quieres avanzar, puedes llegar a una verdad más profunda, queriéndote, y así llegarás a verdades que ni buenos psicólogos verán fácilmente.

Puedo decir que la mayor verdad no la da ni el mejor de los psicólogos del mundo, ni aun amando. A la mayor verdad sobre sí mismo, llega la propia persona a través de un continuo trabajo de autodesarrollo. No debes huir de tu verdad, debes abrazarla. Solo así podrás descubrir que en realidad era nada, y que en nada se disolverá el día que la veas de frente y la ames.

Para llegar a esa verdad más profunda de que en el fondo eres amor, has de abrazarte con amor en todos tus mecanismos.

Claro que la inercia del dolor seguirá un tiempo, y vendrán situaciones diversas en donde se podrá ver esa verdad a la que ya has llegado sobre ti mismo. Para que puedas dar luego con la verdad más profunda, debes amarte mucho, abrazar ese mecanismo y renunciar a tenerlo, solo así podrás llegar a la verdad de quien eres en realidad, que es simplemente mucho amor y nada más.

Para llegar al fondo de que eres Amor, una vez descubierto tus mecanismos, debes renunciar al mal que encierran lo mismos que son de tipos muy variados, desde sentirse superior, a inferior.

Si quieres llegar a ese fondo lo mejor que puedes hacer es, primero admitir las cosas que tú mismo ves en ti, y a continuación renunciar al mal que eso lleva implícito, puede ser el mal de envidiar, o el mal de querer ser superior, o el mal de sentirte que eres menos, o el mal de que no te quieren, o el mal de que en realidad lo mereces todo tú, o el mal de que no mereces las cosas que otros sí merecen, en fin, la forma puede ser muy diversa, y nadie está por encima de ellas, y ninguna forma es mejor que la otra. Cada una lleva su reto implícito, y el reto será mayor cuantas más vidas lleves arrastrando esa misma semilla.

Si por ejemplo el mecanismo es de la envidia, debes renunciar a desear el mal del otro y hacer lo necesario para que consiga lo que no deseas que consiga. Como ves, no es fácil, solo el amor por esa persona te llevará a desearle ese gran bien que no deseas más que para ti.

Entonces, en definitiva, si has dado con tu propio mecanismo, con esa semilla de dolor en esta vida, podrás dar el paso a renunciar al mal implícito. Por ejemplo, si el mal está en envidiar, en no desear el bien para las personas que te rodean, lo que has de hacer es renunciar a desear el mal, y a hacer cosas para procurar el bien del otro. Así de fácil. Si lo que más anhelas es la iluminación, por ejemplo, eso será lo que más envidiarás, no envidiarás ni el dinero, ni la inteligencia, ni la belleza, ni la situación de nadie, sino sencillamente la iluminación. Y si alguien llega antes que tú, lo que debes hacer es aprender de esa persona, es abrir tu corazón y tu amistad a esa persona, es decir a los demás el bien que ves ya en esa persona, es ayudar a que esa persona crezca más y más. Y entonces, si consigues hacer el bien que no deseas, podrás sanar tu propia semilla y entonces sanarás y podrás alcanzar también lo mismo para ti.

Y si la clave que te he facilitado para conseguir llegar a un estado de conocimiento profundo de ti, es usada, en vez de simplemente amar, la cosa se puede complicar, porque el fondo de la cuestión es aprender a amar mejor.

Y por otra parte, acabo de darte una clave. Si ahora utilizas esta clave como un mecanismo más que sabes que funcionará, no funcionará, porque el mecanismo se revertirá en hacer aún peor que antes, porque la clave, que es abrir tu corazón, seguirá sin seguir desarrollado. En definitiva, para conseguir un estado alto de autodesarrollo es necesario evolucionar como personas, en definitiva, aprender a amar mejor. No hay atajos de saber lo que hay que hacer, hay que hacerlo, y a la vez entregar el resultado a Dios o al universo o a tu verdadera naturaleza, para que desde allí ésta te acompañe, y a base de repetir y repetir lo que ya sabes que hay que hacer, sin enfado porque no sucede como quieres, sin prisas porque el amor requiere que se vaya cocinando a fuego lento, solo así llegarás a lo que más deseas que es en el fondo, amar mejor. En ese sentido, te conviertes en un ser dócil a los designios de quien todo lo ve y todo lo sabe que es Dios, o el Universo, o la Naturaleza, o como lo quieras llamar.

Aunque nuestra realidad última sea amor, no llegamos a ella, porque no nos amamos, y para eso hay que conocerse, y volvemos al punto de partida del que no terminamos de salir, porque preferimos que nos vean otros a vernos nosotros.

Ahora bien, por qué no nos conocemos, si en realidad somos solo amor. La respuesta es que, para amar mejor, debemos amarnos primero a nosotros mismos, y para eso hay que conocerse, y en la medida que eso se consigue, el corazón se abre al resto. Solo amando a los demás, recibirás un día el amor que tanto buscas. Ya sé que piensas que los demás no aman tan bien todavía y que hay que conformarse con que te quieran desde un yo limitado y egoísta, pero la realidad es que el amor siempre te llegará tarde o temprano.

Si amas, un día serás amado, no con ese querer limitado de quienes no han renunciado al egoísmo, sino desde una incondicionalidad más auténtica, que llega si tu ya has dado eso.

Entonces qué debes hacer para conseguir ser amado, si desde fuera el amor que te llega es todavía muy limitado, pues dártelo tú a ti mismo, a ti misma. Eso es todo. Y así poco a poco algo nacerá para ti, para recibir desde fuera lo que tú desde dentro ya das, pero no debes pensar que no llegará, debes pensar que Dios, el Universo o como lo llames, te ama tanto, que te devolverá un día el amor que ya hayas dado, pero de golpe no, sino poco a poco.

La verdad de lo que somos nos hace libre porque nos libera de los mecanismos limitantes. Amor y libertad son cara de una misma moneda, la mujer a menudo anhela lo primero y el hombre lo segundo, pero es lo mismo.

Y aquí llegamos al misterio de porque la verdad te hace libre, porque la verdad auténtica te liberará de los mecanismos de tu ego, tu personalidad, y te llevará a ti mismo, y desde ella podrás amar mejor, y al amar serás libre, ya que el amor y la libertad son dos caras de una misma cosa. A menudo la mujer anhela el amor, y el hombre la libertad, pero es lo mismo. Imposible amar si no das libertad. Imposible ser libre si no amas. Así de fácil se entiende, y así de difícil no lo experiencia todavía mucha gente, y es porque aun no han hecho el proceso anteriormente descrito.

Y aun llegando a mi verdad profunda de que en el fondo solo era amor desde el principio, la realidad es que mi verdad no es más que mía. No engloba todas las verdades sobre todo cuanto hay y existe.

Y finalmente, ¿cuánta verdad seré capaz de ver si soy un simple Ser en está tierra llena de seres, una nanopartícula en el universo entero que hace poco y a la vez mucho?, pues ese es otro misterio del que hablaremos en otro artículo. De momento te digo que la verdad te hará libre, y que esa verdad será parte de una verdad más grande que nos suma a todos, por eso es importante abrirte a las verdades de todos, tanto si son muy limitadas por su ego, como si son más auténticas de su Ser. Ábrete a todas, porque la suma de todas, incluida las limitadas, son parte de una realidad global que se nos escapa a todos, salvo a Dios o al Universo, como quieras llamar a la fuente de la que todo nace y existe.

Para llegar a una verdad más amplia a la tuya, abre tu corazón y mira con amor todo, tanto las verdades limitantes de otros, como las más auténticas de su Ser, y así serás una gota más en el océano.

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